El camino a
L A B E L L E Z A
C I N E
Y
MEDIOS DE COMUNICACIÓN
1920








El cine ya se había consolidado en su función de medio de comunicación y de espectáculo, pero la gente todavía se dejaba cautivar por argumentos y efectos sumamente rudimentarios. Para los directores, la inmediatez y la profundidad sentimental de sus reacciones eran un reglo del cielo. Desde las básicas “pasteleadas” de Mack Sennett, hasta el humor con lágrimas de las comedias de Chaplin, los directores podían explotar una gama de emociones de una amplitud hasta entonces desconocida. Pese a os melodramáticos estilos interpretativos, a través del mágico lenguaje del celuloide se estaba dando forma a una nueva cultura.
Es indiscutible que en los años 20 nuestra visión del mundo cambió como resultado del repertorio de imágenes fascinantes exhibido por los numerosos actores cinematográficos del momento. Así se comprende que tantos y tantos movimientos artísticos revolucionarios de la época se interesaran por el cine, ue venía a ser como la música pop de su tiempo. Se trataba de un fenómeno inmediato, nuevo y radical de infinitas posibilidades cuando se aplicaba a unos espectadores que aguardaban sentados a que alguien viniera a dejarlos boquiabiertos.
El expresionismo nos trajo a un Fritz Lang, cuyas películas y El Dr. Mabse y Metropolis presentaban un futuro peligroso y aterrador en tanto que El gabinete del Dr. Caligari (que contó con la elaboración de Lang) presentaba un mundo, semejante a una pintura expresionista, donde todos los terrenos horizontales y los planos verticales aparecían torcidos, como si hubiera acabado por imponerse una extraña realidad extraída de una canción infantil.
Del surrealismo recibimos Un perro andaluz y La edad de oro fruto de la colaboración de Luis Buñud y Salvador Dalí con una yuxtaposición de imágenes extraordinarias tan poderosa que todavía turba el ánimo del espectador moderno.
Otras obras Europeas, como por ejemplo Sunrise de Murnau, Greed de von Stroheim y Man with a movie camera de Dzig Vertow (que demuestra la falsedad del concepto de una cámara que deambula espontáneamente) significaban que los espectadores se les estaban acostumbrando demasiado bien.
The Iron Horse, de Jhon Ford, insufló autentica vida al oeste americano, como si hubiera dotado de movimiento a una pintura de Remington; en tanto que el cantor de jazz (1927) incorporaba el sonido a las pantallas y lo que para muchos fue el acontecimiento de la década: |La Garbo hablando|.
Como sucedería con todas las modas arquetípicas de la época, al concluir la década casi todas las estrellas del cine mudo habían sucumbido ante los cambios irrevocables impuestos por el progreso de su industria.
Las revists más vendidas del decenio eran Vogue, The Queen, Harpers, Gazett, Femina y Life. Para ellas, profesionales de la cámara como Man Ray y Steiche cambiaron el aspecto de la fotografía aplicada a la moda, incorporándole los principios de su arte además de abundantes dotes de ingenio y creatividad.
El exotismo jugaba un papel preponderante en los gustos del público y, cuando se supo que Lord Carnarvon había penetrado en la tumba de Tuntankamon, estalló la obsesión por los objetos egipcios y por eso la belleza comenzó a inclinarse hacia lo exótico.
Eric, el destacado ilustrador de la Gazette du Bon Ton, pudo exagerar hasta el límite la forma corporal alargada y fina, mostrando la figura como una extensión vibrante de los tejidos que describía en sus vistosos vestidos y anuncios. Descubierto por Mainbocher, sus trabajos tipifican elegantemente la época además de mostrar la indumentaria tal como era. Benito, el otro gran artista contemporáneo de la moda, logró una sensación casi abstracta en las imágenes de pollitas, creadas para las portadas de Vogue. En sus ilustraciones se encierra la esencia misma de la mujer moderna de su tiempo.
En revistas y en la radio los anunciantes se dirigían al público urbano y rural por igual vendiéndoles los mismos artículos. Les decían que gastaran dinero en la “buena vida” que confiaran en la compra a plazos para gozar lo que podían pagar mañana. La autoestima resultante dependía de las condiciones acordadas y de unos ingresos fijos. Todo habría de cambiar repentinamente, y de ahí que el tono del decenio siguiente fuera distinto.