El camino a
L A B E L L E Z A
V E S T I M E N T A
1920








De un plumazo quedo abolido el corsé y apareció la media combinación. El vestido típico constaba de una camiseta tipo blusa y el talle bajo, dejando las piernas al descubierto por primera vez en la historia moderna, e intensificando la sensación de desnudez por medio de tejidos diáfanos y muy pocos adornos. También se recurría al empleo de abalorios para resaltar la transparencia de los géneros y para captar la luz, situándolos en posiciones estratégicas que destacaban el atrevimiento de la indumentaria. Esta forma de líneas sencillas y poco material parece dominar el escenario de vestido de principio a fin de la década: pero en realidad fue creciendo hasta alcanzar su cota máxima a mediados de los años veinte, para después ir desapareciendo al mismo tiempo que las faldas de bajos irregulares, las colas inútiles y los volantes desiguales, en los treinta. Fue el preludio de una inestabilidad que caracterizaría la moda del decenio siguiente.
El rayón, o seda artificial, fue una auténtica novedad cuyo precio quedaba al alcance de casi todos. Además de facilitar la vida de las usuarias en cuanto a lavados y cuidados, revolucionó la moda femenina en una magnitud difícilmente exagerable, gracias a la sencillez formal del vestido camisero que, en realidad, era una variación en traje de baño. A partir de entonces todo se concentró en la idea de juventud para que la imagen deportiva, de muchacho, con maquillaje al completo, transformara irrevocablemente las de las anteriores de la belleza. Por la misma época, el claro hundimiento de la moda francesa en los Estados Unidos favoreció el florecimiento del mercado interior, con el consiguiente auge de los diseñadores del país. Los grandes almacenes compraban algunas prendas en Paris, para que sus expertos captaran la orientación de la tendencia y le dieran un carácter propio con la aportación de sus ideas.
Se trataba de un sistema muy popular entre una clientela predominantemente de clase media, interesada tan solo en las ideas parisinas que pudieran comprarse a precios locales. El sombrero campana dominó los años veinte, y para algunas mujeres, también los treinta, pero simboliza éste decenio porque, al tapar toda la frente no podría llevarse sin el cabello corto característico de la época.
Otro tanto puede decirle del tacón Louis, que se estrechaba en el centro para abrirse ene l aparte baja, y del zapato abotonado con correa tobillera.
Nancy Cunard fue el exponente de una imagen en la cual la moda imitaba tendencias inspiradas por el jazz y la cultura de los negros norteamericanos. Simbolizó la imagen de los años veinte: la silueta flaca, como una figura del arte africano cargada de enormes brazaletes de marfil, como estampados que imitaba la pie del leopardo y ojos oscurecidos con polvos de alcohol. Creó una imagen que ha subsistido hasta nuestros días.