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V E S T I M E N T A

1930

El estilo de los años treinta era mágico y un tanto superficial. El cine influía como nunca en el mundo de la moda y de la belleza. Las prendas adquirían un aspecto todavía más suntuoso e incandescente. Cortada al biés, la ropa de noche poseía una fluidez que resultaba perfecta para las luces y el movimiento del cine. Las películas en blanco y negro con escenas de baile, especialmente las de Fred Astair y Ginger Rogers, constituían el medio ideal para exhibir prendas flotantes y resplandecientes.

 

Debido a la necesidad de respetar las limitaciones impuestas por la censura, los diseñadores no podían arriesgarse a mostrar demasiado; por eso la ropa de noche solía incluir una espalda al desnudo que resultaba sexualmente muy atractiva y, en cambio, no daba lugar a polémicas. Los diseñadores empleados por la industria cinematográfica, sobre todo Travis Bantonn, Howard Geer y Adrian, también ejercían una influencia considerable. Las mujeres ya habían empezado a imitar a las estrellas, pero las posibilidades económicas de muchas de ellas exigían ropa duradera y además adecuada para casi todas las ocasiones sociales. No obstante la pasión por los sobreros ingeniosos, en los años treinte el tipo campana sería una especie de uniforme para casi todas las mujeres.

 

Las cosas sólo cambiaron al estallar la guerra, porque entonces se buscó el modo de elevarles la moral con sombreros de materiales muy diversos y de todos los tipos. Hacia el final del decenio surgieron modas efímeras en favor del sombrero tirolés, del fez y de varios diseños de inspiración marítima.

En tiempos de tanta crispación, los símbolos de la categoría social adquieren una gran importancia. Suscitaban admiración las pieles de pelo con hombres aumentados y los chales pequeños, o las prendas de zorro; por la noche, la categoría social estaba en el zorro plateado. Las joyas eran sencillas y de línea moderna. Las piedras se tallaban con 30 facetas, Cartier fue la primera joyería que decidió combinarlas para crear sus panteras y las pulseras “con galones”.

 

El cine contribuyó a consolidar el nuevo concepto de una imagen total para cada mujer. Hasta la guerra, el sentido de la moda se hizo más femenino y homogéneo. Casi todas las formas eran clásicas, aunque más interesante que las del camisero de los años veinte. Fueron muy pocos los diseñadores de moda que destacaron en el decenio precedente, por la uniformidad de sus ideas, en cambio ahora comenzaban a sobresalir los que eran innovadores.

Las mujeres comenzaron a imitar la imagen total de las estrellas del cine. Durante toda la década, Mae West se dedicó a rememorar la Belle Époque “embutiéndose” en unas prendas de noche demasiado ajustadas para su generosa humanidad.

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